Un día de estos las dos amigas- las protagonistas del título- salieron a dar un paseo. La Justicia por un lado predicaba a diestra y siniestra como funcionaban sus ideas. La igualdad ante todo, dar a cada uno lo que es suyo. Por otro lado la humildad sólo la escuchaba atentamente. Con los ojos abiertos, como un pequeño niño al que le están explicando algo totalmente nuevo.
Llegadas a un parque se enfrentaron a un grupo de pequeños seres que se llamaban conflictos. Cada uno le reclamaba a la Justicia cosas que los demás les habían hecho y que les parecían fatal. La humildad continuaba callada...La Justicia repartió castigos para todos. Unos salieron contentos, otros enfadados y a otros les daba igual. Eran felices sabiendo que ellos se salvaron y que otros pagaron por ellos.
Cuando pasó todo esto las dos amigas continuaron su camino.
La Justicia inquieta le preguntó a la Humildad que por qué no había intervenido en las decisiones. La Humildad bajó la cabeza y le dijo:“Traté de evitar que nos pelearamos“. La Justicia comenzó de nuevo con su típico sermón y la Humildad se quedó escuchándola.
Así sucede siempre: La Justicia habla y proclama sus igualdades. Todos la aclaman, la necesitan, la intentan hacer suya. La Humildad en cambio va más allá de dar a cada uno lo que es suyo; baja la cabeza ante el ingrato justo, se calla cuando todos hablan y sobre todo tarta de vivir con lo injusto. La Justicia se deleita con el sufrir de los demás pensando que es lo que se merecen. La Humildad llora porque no tiene suficiente “poder“ como para evitar la Justicia a todos.
Así, las dos conviven juntas y tranquilas…pero ambas no se pueden aplicar en una sola persona.
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